Podemos definir la alopecia como la pérdida de cabello del cuerpo. Concretamente, la pérdida de cabello es el gran motivo de preocupación para el paciente, sobre todo por razones psicológicas y estéticas, pero también puede ser un signo de enfermedad sistémica. Normalmente perdemos más de 100 pelos al día. Sin entrar en los ciclos del crecimiento del cabello, podemos clasificar la alopecia como focal o difusa y por la presencia o ausencia de cicatrices o marcas.
En la alopecia cicatricial, se destruye de manera activa el folículo piloso. Se daña irreversiblemente y se reemplaza por tejido fibrótico. Este tipo de alopecia se suelen subdividir en formas más primarias, donde el objetivo de la inflamación en el propio folículo, y las secundarias, donde el folículo se destruye como resultado de una inflamación inespecífica.
En la alopecia no cicatricial, se reduce o se retrasa el crecimiento del cabello sin que esté dañado el folículo piloso.
Las alopecias comprenden un gran grupo de trastornos con etiologías múltiples y variables. La alopecia androgenética, la más común, es un trastorno hereditario dependiente de andrógenos en el que la dihidrotestosterona juega un papel importante. Esta forma de alopecia puede eventualmente afectar hasta el 80% de los hombres blancos a la edad de 70 (pérdida de cabello de patrón masculino) y aproximadamente la mitad de todas las mujeres (pérdida de cabello de patrón femenino).
Otras causas comunes de pérdida de cabello son: fármacos (incluidos los agentes quimioterapéuticos), infecciones, trastornos sistémicos (trastornos que causan fiebre alta, lupus eritematoso sistémico, trastornos endocrinos y deficiencias nutricionales), traumas (quemaduras, radiación, pérdida por presión, etc). Las causas menos comunes son otras enfermedades autoinmunes, intoxicación por metales pesados y afecciones dermatológicas.
La enfermedad coronaria, los factores de riesgo cardiovascular, el síndrome de ovario poliquístico (SOP), la enfermedad de Crohn, la enfermedad celíaca y la insuficiencia renal crónica también parecen estar asociados a la pérdida de cabello. Probablemente entren en juego varios actores, porque en estas enfermedades están implicados directamente el estilo de vida y la alimentación.
Tras la exploración, evaluación y diagnóstico por parte de un profesional especializado, suelen prescribirse tratamientos farmacológicos como Minoxidil, Finasteride, Dutasteride, moduladores hormonales como anticonceptivos orales o la espironolactona. También se utilizan terapias de láser de bajo nivel y se suele recurrir a opciones quirúrgicas de implantación.
A nivel nutricional, ¿qué podemos hacer?
Pues antes de nada, dejar de beber alcohol, de fumar tabaco y otras drogas y de consumir productos ultraprocesados. Si no sabes cómo, acude a un profesional que te ayude.
Sabemos que los déficits proteicos y proteico-energéticos pueden causar la pérdida del cabello y la degeneración de todo el sistema tegumentario, pero todavía no hay pruebas suficientes para recomendar que se usen ciertos aminoácidos específicos o suplementos proteicos para tratar la pérdida de cabello. Debemos asegurarnos de mantener una ingesta adecuada y de calidad.
Controlar la ingesta de hierro como la suplementación en caso de déficit es importante. Las personas con pérdida de cabello y anemia por deficiencia de hierro requieren suplementos de hierro según sus propias necesidades, no hay evidencia suficiente como para alarmar a todas las personas que padecen algún tipo de alopecia pero debemos tener en cuenta que un déficit de hierro no nos va a ayudar en ningún caso (comprometiendo además otros mecanismos fisiológicos).
Controlar la ingesta de zinc. La pérdida de cabello en individuos con deficiencia de zinc es reversible, por lo que se recomienda detectar en personas con factores de riesgo. En caso de que exista una deficiencia, el tratamiento es básicamente suplementos de zinc (para asegurarnos remontar) a la vez que monitorizamos la ingesta. No debemos olvidar que existe un riesgo de toxicidad con los suplementos de zinc, por lo que debe ser controlado por profesionales.
Esto es muy de frikis, pero la toxicidad por vitamina A, selenio y boro pueden causar pérdidas del cabello, así que lo mejor es que una dietista o dietista-nutricionista controle tu alimentación.
Sobre niacina, ácidos grasos esenciales, vitamina D, vitamina E, ácido fólico y otros antioxidantes, no existe evidencia contrastada para realizar una recomendación concreta sobre su suplementación. Cuidado con las páginas que venden multivitamínicos para la alopecia con este tipo de componentes, porque no hay quien lo respalde. Como siempre, aseguraremos su ingesta adecuada y preferiblemente a partir de alimentos, materias primas.
¿Qué tenemos que hacer? Definir qué tipo y origen tiene la alopecia y a partir de ahí, tratarla y prevenir. Si no es de origen autoinmune, no existe ningún tipo de evidencia para eliminar gluten y lácteos como se está haciendo en muchos casos, que esto no supone ningún problema, pero no vamos a dejarnos convencer de tratamientos que no tienen respaldo científico.
Algún día debatiremos sobre la pseudociencia de la nutrición.
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